¿A quién no le gusta aprender palabras nuevas?
Escribo por varias razones: Porque imagino que del otro lado de la pantalla hay una persona aficionada a la lectura. Porque me gusta compartir mis conocimientos por recónditos que sean. Porque cualquier cosa antes que comerme las uñas (el término concreto es onicofagia): resulta que estoy a dieta desde febrero y es verdad que he perdido 6 kilos, pero también que me comería todo lo que engorda. Arrrrrg.
La cabeza me funciona por asociaciones de ideas y las palabras que se me ocurren vienen como cerezas y de una salto a otra. Ayer afilé los cuchillos de la cocina, cociné y después de comer puse un documental en Disney+ titulado «Osa polar».
Y por eso digo que todo el mundo sabe lo que es un codo, pero pocos hablantes saben que su parte opuesta se llama sangradura, que la parte opuesta a la rodilla se llama corva, la opuesta al filo del cuchillo se llama recazo y la opuesta al lomo de un libro se llama canal.
¿Pero cómo se llama la parte opuesta al filo de un hacha?
Se llama cotillo.

Mil veces habremos escuchado la expresión “España vaciada” que resume en dos palabras el fenómeno al que asistimos con pena. El mundo rural es una fuente inagotable de palabras hermosísimas. Todo el mundo sabe que una besana es el primer surco que se abre en la tierra cuando se empieza a arar, que la tierra que queda entre surco y surco se llama caballón y que el agujero donde se plantan los árboles en las ciudades se llama alcorque.
¿Pero cómo se llama el terreno que aún no ha sido hollado?
Se llama cencido.

Hacer el oso significa hacer o decir tonterías, pero también galantear, cortejar sin reparo ni disimulo. El oso polar es también el oso marítimo. No confundir con el oso marino, que es un pinnípedo (del latín aleta + pie) al igual que la foca, menos conocida por vítulo marino (del latín vitülus, ternero).
El oso es el único animal cuya mordedura tiene un nombre específico. ¿Cómo se llama?
Se llama brocadura.

Claro, todos decimos foca y no vítulo marino. Del mismo modo decimos murciélago y no panarra. Pelícano y no onocrótalo. Quebrantahuesos y no osífrago, ya que estamos con las esdrújulas. Decimos morsa y no rosmaro aun teniendo esta última una etimología tan estupenda. Es palabra nórdica: hroshvalr, de hros ‘caballo’ y hvalr ‘ballena’.
¿Por qué los hablantes empleamos unas palabras y desechamos otras? Por feas. No me digas que panarra, onocrótalo, osífrago y rosmaro son palabras bonitas… Pues eso.
La forma más sencilla de aprender palabras nuevas es descubriéndolas. A largo plazo se descubren leyendo libros. A corto plazo leyendo mi web. Y por supuesto contratando mi charla porque además es divertida.
🙂
