La retórica es la disciplina que se dedica a la construcción de discursos persuasivos eficaces. Se trata de una disciplina teórica y aplicada sobre la capacidad de convencer con el uso de la palabra. Es por tanto el arte del bien decir. Aristóteles y Cicerón son ejemplos cimeros de retóricos.
Las figuras retóricas son recursos del lenguaje que usan de forma original algunas palabras para potenciar su significado. Todos los hablantes empleamos figuras retóricas con toda naturalidad y sin necesidad de reconocerlas. Ganarás el pan con el sudor de tu frente, ser más lento que una tortuga, la juventud es rebelde, si mal no recuerdo, solo sé que no sé nada, este banco está ocupado… son figuras retóricas que abundan en el lenguaje cotidiano.
Nuestro diccionario atesora cerca de 200 figuras retóricas. Nos suenan algunas comunes como metáfora, hipérbole, alegoría, paradoja, sarcasmo, onomatopeya… Pero en ese mismo cofre que es nuestro idioma se encuentran figuras menos conocidas. He rebuscado en tal escriño y seleccionado mis 10 joyas predilectas para ti. Para que las luzcas y te luzcas.
ANADIPLOSIS. Repetición, al comienzo de una cláusula o verso, de la última palabra del verso o cláusula inmediatamente anterior.
Javier Krahe la emplea magistralmente en su canción «Peleas y Melisanda»:
A veces pienso en ti incluso vestida,
vestida de mujer para la noche,
la noche que cambió tanto en mi vida,
mi vida, deja que te desabroche
el broche con el cual cierras tu blusa,
tu blusa que paseo con mi mano,
mi mano, sin tener mejor excusa
que, excusa, es que es de un ser humano.
Humano, con deseos y con todo,
con todo lo que tú también deseas,
deseas pero, hija, así no hay modo,
no hay modo porque siempre te peleas.

ANALEPSIS. Pasaje de una obra literaria que trae una escena del pasado rompiendo la secuencia cronológica.
Lo que todo el mundo llama flashback, para entendernos. Es una figura retórica muy del gusto de mi adorado García Márquez. Aquí borda su uso en «Cien años de soledad» rememorando el pasado de Melquíades:
Mientras Macondo celebraba la reconquista de los recuerdos, José Arcadio Buendía y Melquíades le sacudieron el polvo de la vieja amistad. El gitano iba dispuesto a quedarse en el pueblo. Había estado en la muerte, en efecto, pero había regresado porque no pudo soportar la soledad. Repudiado por su tribu, desprovisto de toda facultad sobrenatural como castigo por su fidelidad a la vida, decidió refugiarse en aquel rincón del mundo todavía no descubierto por la muerte, dedicado a la explotación de un laboratorio de daguerrotipia.
CALAMBUR. Agrupación de varios sílabas de modo que alteren el significado de las palabras a que pertenecen, como en este es conde y disimula. O como en yo lo coloco y ella lo quita.
Se trata de una figura muy de nuestra infancia, toda vez que se emplea con singular belleza en adivinanzas. La primera –o segunda– adivinanza que aprendimos
Oro parece, plata no es.
debe su misterio al uso del calambur.
Mención especial para Garcilaso de la Vega, quien en la primera frase de su Égloga I se marca un calambur para la Historia de la Literatura y regocijo de avisados lectores:
El dulce lamentar de dos pastores.

EPÍMONE. Repetición sin intervalo de una misma palabra para dar énfasis a lo que se dice. O intercalado de un mismo verso o una misma expresión varias veces en una composición poética.
Federico García Lorca la emplea en su «Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías» de forma inolvidable:
A las cinco de la tarde. Eran las cinco en punto de la tarde. Un niño trajo la blanca sábana a las cinco de la tarde. Una espuerta de cal ya prevenida a las cinco de la tarde. Lo demás era muerte y sólo muerte a las cinco de la tarde.

HISTEROLOGÍA. Inversión o trastorno del orden lógico de las ideas consistente en decir antes lo que debería decirse después.
La etimología de esta palabra tiene que ver con el griego hýsteros ‘posterior’ y no con hystéra ‘útero’.
Ahora, tristemente, en vez de histerología se dice spoiler. Anticipando el final de los hechos, el escritor nos mantiene expectantes al respecto de la historia que nos quiere contar.
Si hay un histerólogo reconocido es Gabriel García Márquez, nuestro Premio Nobel de Literatura (lo siento compatriota del idioma y de ahí que diga que es nuestro). Le encantaba avanzar lo que iba a pasar. En «Crónica de una muerte anunciada» lo hace en la primera frase: El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Y desde ese momento, en la primera página, en la primera frase ya sabemos que el protagonista de la novela muere asesinado.
El empleo de la histerología ya le había funcionado de forma admirable e inolvidable en la primera frase de «Cien años de soledad», que como todo el mundo sabe comienza así: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

NEUMA. Declaración de lo que se siente o quiere, por medio de movimiento o señas, como cuando se inclina la cabeza para conceder, o se mueve de uno a otro lado para negar, o bien por medio de una interjección o de voces de sentido imperfecto.
Esta figura retórica me entusiasma especialmente, puesto que no se necesita articular palabra para usarla. Una joya.
PARRESIA. Apariencia de que se habla audaz y libremente al decir cosas, aparentemente ofensivas, y en realidad gratas o halagüeñas para aquel a quien se la dicen.
Esta figura se usa mucho en Andalucía, donde si te dicen hijo de puta no te están insultando necesariamente. ¡Qué bien canta el hijoputa! ¡Es gracioso el hijoputa!
¿Existe alguna palabra para designar al hijo de una prostituta? Sí: máncer.
PROSOPOGRAFÍA. Descripción del aspecto exterior de una persona.
Quevedo zahería como nadie, en esta prosopografía también:
Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle; una cabeza pequeña; pelo bermejo (no hay más que decir para quien sabe el refrán, que dice, ni gato, ni perro de aquella color); los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz de cuerpo de santo, comido el pico, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una.
SINATROÍSMO. Acumulación de palabras o frases cuyos significados guardan entre sí cierta relación de sinonimia, como en lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible.
Ese ejemplo de sinatroísmo lo empleó sin saber que lo era el torero Rafael Guerra «Guerrita», el mismo que dijo más cornás da el hambre.

ZEUGMA. Elipsis por la cual dos o más términos aparecen unidos a un predicado que, en principio, es apropiado solo a uno de ellos, como en dejé la casa y la paciencia.
Miguel de Cervantes emplea el zeugma, que destaco en negrita, de forma minimalista y efectiva a la hora de describir a Don Quijote. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador, y amigo de la caza.
Bola extra: De escritura persuasiva sabe mucho y lo cuenta muy bien Isra Bravo, cuyo libro te recomiendo sin reservas:

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